Enseñamos a nuestros niños a no mentir, pero somos engañados diariamente
Descubra quién nos engaña, las consecuencias de permitir que nos engañen y cómo evitarlo
Engaño. ¿No le da vergüenza la simple mención de la palabra? Y aun así, el engaño parece estar a nuestro alrededor.
En diciembre de 2021, mi esposo y yo regresamos a los Estados Unidos después de haber servido en misiones por dos años y medio en Costa Rica. Si hacemos la cuenta regresiva de esa cantidad de tiempo, enseguida nos daremos cuenta de que fuimos a Costa Rica aproximadamente seis meses antes de que la pandemia llegara a todo el mundo. Mientras el mundo cambiaba drásticamente a raíz de la COVID-19, nos encontrábamos en un país en el que no podíamos comunicarnos muy bien, por lo que nuestras fuentes de información se limitaban a Internet. Seguramente ya habrá notado que durante ese tiempo los medios de comunicación fueron atacados fuertemente por ser «noticias falsas». ¿A quién le podíamos creer?
Incluso tras haber regresado a Estados Unidos, sigue siendo difícil determinar quién dice la verdad sobre los acontecimientos actuales. Pero al menos tenemos una herramienta que nos ayuda a evaluar lo que es cierto. Podemos observar. Podemos ir al supermercado y ver que, efectivamente, hay escasez de leche de fórmula para bebés. Podemos experimentar las largas esperas para comprar casi cualquier artículo de lujo, como muebles nuevos y productos electrónicos, lo cual confirma los problemas de la cadena de suministros.
En el mundo actual, nos enfrentamos al engaño diariamente, si no es que a cada hora. Sin embargo, se nos ordena evitar ser engañados.
Mandamiento de no dejarse engañar
Puede que se esté rascando la cabeza preguntándose dónde aparece en la Biblia un mandamiento en contra de ser engañado. Todos reconocemos que tenemos el mandato de no engañar. Después de todo, ¿no dicen los Diez Mandamientos: «No mentirás»? Bueno, en realidad es, «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio». [Éxodo 20:16; Deuteronomio 5:20.] Pero Dios le dijo a Moisés en Levítico 19:11, «No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro». Por lo tanto, está en lo cierto en cuanto a que tenemos el mandato de evitar engañar a las personas.
¿Dónde encuentro el mandato de no dejarse engañar? En primer lugar, considere lo que se requiere para que sea un mandato bíblico. ¿Debe decirlo Dios, o debe estar escrito por la mano de Dios? ¿Debe decirlo Jesús? No, no y no. Recuerde que «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia». [2 Timoteo 3:16] Por lo tanto, si la Escritura nos indica que hagamos o nos abstengamos de hacer algo, tiene el peso de un mandato.
Dos apóstoles se refirieron al hecho de ser engañados. El apóstol Pablo dirigió a los cristianos a «no ser engañados» tres veces (1 Corintios 6:9; 1 Corintios 15:33; Gálatas 6:7). Y tanto Pablo como el apóstol Juan lo ordenaron, «Nadie os engañe» un total de tres veces (Efesios 5:6; 2 Tesalonicenses 2:3; 1 Juan 3:7). Aunque ni Dios ni Jesús ordenaron directamente que no nos dejáramos engañar, los mandatos bíblicos de los apóstoles tienen el mismo peso basado en 2 Timoteo 3:16.
Consecuencias de ser engañado
¿Por qué Dios inspiró a dos apóstoles para que nos ordenaran no ser engañados? Para responder a esa pregunta, debemos entender las consecuencias de ser engañados.
Si ha leído muchas de mis publicaciones en el blog, sabe que creo absolutamente en tener confianza en Dios, lo que significa que puedo confiar en que Él me tomará de la mano, me guiará con sus ojos, ensanchará el camino bajo mis pies para que no me desvíe de la senda de la salvación. Puedo tener esta confianza cuando me esfuerzo por caminar según las enseñanzas de Jesús y en el Espíritu. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que podemos ser engañados.
Si me dejo engañar, me vuelvo vulnerable a desviarme y servir o adorar a otros dioses (Deuteronomio 11:16), a ser llevada por cualquier corriente doctrinaria (Efesios 4:14), a perder la intensidad de mi amor por Dios y por los demás (Mateo 24:11-12), y me convierto en objeto de la ira de Dios (Efesios 5:6-7).
Por favor, tenga en cuenta que la advertencia sobre la ira de Dios es una enseñanza del Nuevo Testamento. Estamos muy acostumbrados a ver la ira de Dios en el Antiguo Testamento, pero rara vez la vemos en el Nuevo Testamento porque sabemos que Jesús murió por todos nosotros y su sangre cubre nuestro pecado cuando lo aceptamos como Salvador. Pero aquí vemos que la ira de Dios sigue siendo una consecuencia de la desobediencia incluso después de la muerte y resurrección de Jesús. Por lo tanto, dejarse engañar provoca consecuencias bastante graves.
Evitando el engaño
¿Cómo podemos evitar ser engañados si no sabemos quién puede engañarnos? Muchos de estos embaucadores le resultarán muy familiares. Sin embargo, es posible que encuentre uno o dos que le hagan detenerse y decir: «¿Ah? ¡Ah!».
Estoy segura de que no se sorprenderá que Satanás sea un engañador (Apocalipsis 12:9). Entonces, ¿cómo nos protegemos del engaño de Satanás? Santiago 4:7 nos dice: «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros». Para evitar el engaño de Satanás, debemos hacer dos cosas: 1) someternos a Dios; y 2) resistir al diablo.
Probablemente tampoco le sorprenda que hay y habrá falsos profetas y cristos en el mundo (Mateo 24:11-12, 24). ¿Cómo podemos evitar ser engañados por ellos? Jesús provee una prueba para determinar si alguien es un falso profeta en Mateo 7:15-20.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.
Mateo 7:15-20
El primer paso para saber si alguien es un falso profeta o un falso Cristo es evaluar el fruto en la vida de la persona. ¿Podemos saber qué es un buen fruto y qué es un mal fruto? Algunas cosas son obvias, como el fruto del espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22-23). Asimismo, las cosas en las que debemos pensar según Pablo en Filipenses 4:8-9 también son buenos frutos: todo lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, de buen nombre, con virtud alguna y digno de alabanza. Estas cosas son obra del Espíritu Santo y son evidencia de buenos frutos. Si la vida de una persona (no solo las acciones, sino también las palabras) produce estas buenas obras, entonces el profeta no es falso.
Las obras de la carne son frutos malos: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas (Gálatas 5:19-21). Además, las personas que Pablo describe a Timoteo en 2 Timoteo 3:2-7 ilustran el mal fruto: «hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita». Si la vida de una persona produce este tipo de frutos, entonces son falsos profetas. Debemos evitar a estos falsos profetas y ciertamente no dejarnos engañar por ellos.
Volviendo a la pregunta sobre quién nos engaña, probablemente no sea ninguna sorpresa que existen personas en el mundo que son engañadoras. Sí, los falsos profetas son personas que engañan. Y probablemente esperamos que las personas malvadas sean engañadoras (2 Timoteo 3:13). Pero ¿ha considerado que los que no confiesan que Jesucristo ha venido en la carne (2 Juan 1:7) y los que suscitan contiendas (divisiones y ofensas) son engañadores (Romanos 16:17-18)?
Es probable que conozca a personas que no creen que Jesús era Dios manifestado en carne y que no confiesan que Jesucristo haya venido a la Tierra en carne. Es probable que también conozca a personas que suelen provocar problemas entre las personas de la iglesia, en su familia, en su lugar de trabajo, en su vecindario.
Debemos tener cuidado con la influencia que permitimos que estas personas tengan sobre nuestras vidas. Estas personas son engañadoras y si no tenemos cuidado, y no llevamos todo lo que afirman a las escrituras o a la fuente para asegurar su exactitud, podemos ser engañados. De hecho, vuelva a observar lo que Pablo nos dice que hagamos para evitar ser engañados por estas personas en Romanos 16:17: ¡Debemos evitarlas!
Hay alguien más con quien debemos tener mucho cuidado para evitar ser engañados. Los apóstoles Pablo y Juan nos han ordenado que no nos dejemos engañar y que no permitamos que nadie nos engañe. La mayoría de las personas saben que Satanás es un engañador y que hay falsos profetas y otras personas que son engañadoras. Pero ¿ha pensado alguna vez que cada uno de nosotros es vulnerable a engañarse a sí mismo? ¿Cómo nos engañamos a nosotros mismos? Al pensar demasiado bien de nosotros mismos (Gálatas 6:3), confesar ser cristianos, pero no controlar nuestra lengua (Santiago 1:26), y creer que no hemos pecado (1 Juan 1:8). En todas estas situaciones, nos engañamos a nosotros mismos.
El secreto para no engañarnos ni ser engañados por los demás está en Santiago 1:22-25.
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.
Santiago 1:22-25
Esta escritura resume para nosotros todo lo que necesitamos saber para evitar ser engañados por nosotros mismos, por otros hombres, incluyendo a los falsos profetas, los que incitan contiendas, y los que no confiesan que Jesucristo vino en la carne, y por Satanás. Si tomamos en serio las oportunidades que tenemos de escuchar la Palabra y luego aplicar esa Palabra a nuestras vidas, obedeciéndola y poniéndola en práctica, entonces tendremos todo lo que necesitamos para evitar ser engañados por cualquiera, incluso por nosotros mismos.
Recuerde las consecuencias de ser engañado. Si nos dejamos engañar, nos volvemos vulnerables a desviarnos y servir o adorar a otros dioses, a ser llevados por cualquier corriente doctrinaria, a perder la intensidad de nuestro amor por Dios y por los demás, y a ser objeto de la ira de Dios.
Si queremos caminar con confianza en Dios, necesitamos escuchar su palabra, estudiar su palabra, aplicar su palabra a nuestras vidas, orar su palabra, y resistir o evitar la influencia de aquellos que son engañadores. Cuando hagamos estas cosas, entonces Dios bendecirá nuestras obras.
4 Comments
Fred Beall
I’d never really thought about tieing worldly deceivers of today to false profits mentioned in scripture. I just recognized the sin of lying and deception. I totally agree with Mark’s example. Another thought-provoking blog. Thank you Sister McGhghy!
Julie McGhghy
Thank you for your kind words and comment.
Mark Chew
At least politically, the issue today is worse than deceit. Today the left justifies their dishonesty and their blatant disregard for our institutions by believing that to suppress their opposition is in the best interest of everyone. The most recent example is the Sussman verdict. Jurors agree he lied to the FBI but said ‘so what.’ The ends justified the means. On the other hand the very fabric of our democracy was at stake when General Flynn was accused of the same thing. So, at least in this context, I know when there is an attempt to deceive me. It’s actually easy. When their lips are moving the truth is under assault.
Julie McGhghy
Mark, thank you for sharing this example. I am thankful God equips each of His children with discernment.